martes, 6 de enero de 2009

Frijol nunca guardó su cámara, ni siquiera ahora que cerró los ojos. Por Maria Gabriela Mendez


Asi vio un Maestro a otro maestro. foto/Paulo.P.Zambrano

Frijol nunca guardaba la cámara. Ni cuando terminaba su pauta. Ni cuando concluía la jornada. Hacerlo hubiera sido como cerrar los ojos ante un mundo que nunca acababa de descubrir, que siempre era nuevo, deprimente, paradójico, maravilloso, pero sobre todo sorprendente. Sus ojos –su lente- eran capaces de ver lo que nadie había logrado ver antes. Gracias a esa sabia manía de no guardar la cámara nunca, Frijol capturó las más asombrosas fotografías: había aprendido bien la lección de Cartier-Bresson, detener la imagen en el momento decisivo.

Cuando se reinauguró la Esfera Caracas, en plena autopista, Frijol hizo imágenes desde un ángulo impensable para sus colegas. Uno de ellos, incluso, le dijo con sorna: "desde ahí no vas a sacar nada bueno". Probablemente, Frijol sonrió, con la humildad de siempre. Con la certeza que tienen los maestros cuando guardan en la retina de la cámara un tesoro. Sabía que el veredicto lo daría la página impresa el día después. No se equivocó: allí, en la primera plana, estaba no sólo la gran esfera roja como la mostraron el resto de los periódicos, sino la imagen de un Jesús Soto con las manos entrecruzadas. Él había logrado revivir a Soto, sacarlo de aquella valla lejana que nadie usó mas que como fondo. El maestro veía su obra y Frijol estaba allí en el ángulo exacto para atrapar la hazaña.
Frijol nunca guardó su cámara, ni siquiera ahora que cerró los ojos.

1 comentario:

sara carolina díaz dijo...

que bonito... me encantó!!!